sábado, 6 de octubre de 2012

Tiene casi veinte años y ya está cansado de soñar, pero tras la cementera está su hogar, su mundo, su ciudad. Piensa que la alambrada sólo es un trozo de metal, algo que nunca podrá detener sus ansias de volar. Con su amor por montera se marchó, cantando una canción, marchaba tan feliz que no escuchó la voz que le llamó, y tendido en el suelo se quedó sonriendo y sin hablar, sobre su pecho flores carmesí, brotaban sin cesar... 



Libre. 



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