Entonces, Vimes calló al suelo, al cabo de unos minutos despertó.
Por tradición, cuando uno despierta de una inconsciencia normal y corriente, pregunta: -¿Dónde estoy?-.
Seguramente es parte del subconsciente colectivo o algo por el estilo.
Vimes lo preguntó.
La misma tradición ofrece un buen surtido de segundas frases para elegir. También sugiere que el interesado compruebe que todas las partes de su cuerpo están en el mismo sitio que el día anterior.
Vimes lo comprobó.
Luego ya, viene lo malo. Ahora que la bola de nieve de la consciencia ha empezado a rodar, se trata de averiguar si está despertando dentro de un cuerpo tirado en la calle con múltiples "algo", el nombre que acompaña al adjetivo "múltiples" no importa, nunca es nada bueno.
O sino, si será un simple caso de sábanas blancas, una mano tranquilizadora y una eficaz figura de blanco que abre las cortinas. En este último caso lo peor ha pasado, lo único malo que queda por delante es té flojo, purés de verdura, breves paseos para revigorizar los músculos y posiblemente un corto romance platónico con una enfermera angelical.
En el primer caso, quizá no haya transcurrido más que un instante, y un bastardo con un hacha se está precipitando hacia ti.
En este momento, viene muy bien un poco de estímulo exterior: - Todo irá bien-. Es una de las frases preferidas, mientras que: -¿Alguien ha pillado la matrícula?-, significa que la cosa va mal.
Pero cualquiera de las dos es mejor que: -Vosotros dos, sujetadle las manos a la espalda. Ha estado a punto de palmarla señor!-.
-Arrrrrrgh- dijo Vimes.
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