Esta es la leyenda de Narciso, un hermoso bebé que nació del encuentro amoroso entre Cefiso, una divinidad fluvial y la ninfa Liriope.
La ninfa consultó al famoso Tiresias, para saber el futuro de su hijo.
- Tu hijo vivirá eternamente, siempre que no se contemple a sí mismo-.
Narciso creció y se convirtió en un joven cuya belleza era admirada por todos. Pero la belleza y el orgullo crecían en la misma proporción, de tal modo que el muchacho despreciaba a todas las personas que a él se acercaban llevadas por un incontrolable amor. Hasta que un día se cruzó con Eco...
La historia de la ninfa Eco merece ser contada: Mientras Zeus vivía sus encuentros amorosos con diosas y mortales, Eco, que era conocida por su charlatanería, se encargaba de entretener a Juno, esposa de Zeus. Cuando Juno se dio cuenta del engaño, castigó a Eco. Nunca más sería capaz de hablar por sí misma, sino que sólo podría repetir las últimas palabras que otra persona pronunciara.
Pues bien, Eco se enamoró perdidamente de Narciso, pero como no podía expresar sus sentimientos y sólo era capaz de repetir las palabras de aquél, se produjo un extraño suceso en el bosque:
-¿Quién está aquí?- Preguntaba Narciso
-...Está aquí...- repetía suavemente Eco.
-¿Dónde estás? ¡Ven!- Insistía Narciso
-...Ven...ven...- seguía Eco con ansia.
-¡Reunámonos aquí! - pedía el joven.
-...Aquí...
Eco salió a su encuentro encendida de amor. Al verla, Narciso la despreció y la ninfa huyó hacia el bosque. Allí siguió su vida triste, consumiéndose en su pasión:
-Quieran los dioses que cuando él me ame tanto como amo yo, se desespere y sufra del mismo modo...-pensaba Eco.
Llegó el día en que Narciso se enamoró, pero no lo hizo de otra persona, sino que al contemplarse en el agua cristalina de un arroyo, quedó prendado de sí mismo. Incapaz de moverse de allí, triste y afligido por no poder alcanzar su deseo amoroso, se fue transformando hasta que quedó convertido en una hermosísima flor de extraordinaria blancura.
Eco, que lo estaba mirando, pues siempre lo había perseguido a donde quiera que fuera, se sintió morir. Se acercó a Narciso cuando éste pronunció sus últimas palabras:
-¡Amor mío!- suspiraba- ¡Adiós!-.
-...¡Adiós!...- repitió Eco.
La ninfa se consumió de amor y algunas gotas de su sangre cayeron sobre Narciso ya transformado en flor.
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