Súbitamente, surgió un destello de luz y Cenicienta pudo ver un hombre ataviado con holgadas prendas de algodón y un sombrero de ala ancha. Al principio, pensó que se trataba de un abogado del Sur o de un director de orquesta, pero el recién llegado no tardó en sacarla de su error.
-Hola Cenicienta, soy el responsable de tu padrinazgo en el reino de las hadas, o tu representante sobrenatural privado si lo prefieres. ¿Así que deseas acudir a ese baile? ¿Ceñirte al concepto masculino de belleza, apretujarte en un estrecho vestido que te cortará la circulación, embutir tus pies en unos zapatos de tacón alto que echarán a perder tu estructura ósea, y pintarte el rostro con cosméticos químicos de efectos previamente probados con animales?
-Oh sí, ya lo creo que sí. repuso ella al instante.
Su representante sobrenatural dejó escapar un suspiro y decidió dejar la educación política de la joven para otro día.
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