¡Madre, cómo se venía
abajo la madrugada!
Tenía veinte años mozos
ardorosos como brasas,
una bandera en la frente,
una mujer en el alma...
Su nombre, madre, su nombre
lo ocultó el tiempo en la nada.
¡Madre, que no sé su nombre!
Madre... ¿Cómo le llamaban?
Se despertaron los trigos
con un roncar de granadas;
el aire se puso negro,
las amapolas sangraban.
¡Madre, cómo se venía
abajo la madrugada!
¿Silencio? ¡No hubo silencio!
Sólo un tronar de metralla.
Sus veinte abriles de lirio
los mordió un beso de bala.
El rocío fresco, madre,
quiso lavarle la llaga.
¡Toda su carne tenía
llantos de púrpura y nácar!
Mudo le quedó el fusil
entre las manos crispadas.
¡Con una mirada, madre,
se llevó la madrugada!
No quiso mirar atrás
por no ver qué se dejaba.
Sus labios rezaron, lívidos,
el nombre de una gitana,
¡ay!, y se quedó dormido
como la luna en la charca!
Los juncos, amedrentados,
lloraban, madre, lloraban...
La muerte se lo llevó
en su carreta enlutada
y en el olivar, quedose
vagando, anónima, un alma.
¡Madre, qué pronto se vino
abajo la madrugada!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario