Estábamos en el infierno, a diez mil kilómetros de nuestro hogar. Al pisar esta tierra, una tierra de fuego bañada en la sangre de amigos y enemigos, patriotas y desertores...seres humanos...a uno le hervía la sangre. Sentía la necesidad de contribuir a esa carnicería, por el bien del país. Sin embargo, muchos acabaron clamando al cielo, implorando ser rescatados de aquel lugar, dispuestos a todo por escapar de esa realidad tan sumamente cruda, aquella realidad vestida en carne viva, aquella realidad inflamable, construida sobre inmensas montañas de cadáveres, tumbados, y andantes.
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