¿Hay algo que motive más que el miedo? ¿Algo que influya en la misma medida en nuestros actos? ¿Qué significa el miedo para cada uno de nosotros? El miedo es inconstante y veleidoso. Ingenioso y artero. A menudo nos hace las cosas más extrañas. Por él lloramos y reímos, nos sometemos y nos volvemos traidores, sentimos miedo y vergüenza. Por él acusamos a otro de alarmismo, a la vez que llamamos "lógica prevención" a nuestros propios temores.
¿Tendríamos que avergonzarnos por nuestro miedo? ¿Combatirlo? ¿O más bien tratarlo con indulgencia? El miedo tiene, en verdad, un gran poder. Sin él, la vida es demasiado tranquila, incluso aburrida, y con él, puede volverse insoportable. Puede hacer que la vida se vuelva pálida y sin valor, o, al contrario, luminosa y rica.
¿En qué forma aparecerá? Eso depende tan sólo de él. Pero existe una regla igualmente válida para todo el mundo: no podemos tolerar que el miedo nos asalte con demasiada frecuencia. Mejor no atraerlo hacia nosotros. No dejarlo entrar en nuestra alma. Porque jugar con el miedo es peligroso. Y la apuesta que implica es demasiado elevada.
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