La esperanza es un sentimiento extraño. Lo contrario del sano entendimiento. Nos insufla nuevas fuerzas, pero a vecestambién nos impide ver el mundo de manera objetiva. Recurrimos a ella para justificar actuaciones irreflexivas y la rechazamos cuando puede interferir en una decisión seria.
A veces, una estimación objetiva nos dirá cuán ilusoria puede ser una determinada perspectiva, y, sin embargo, no por eso renunciamos a la esperanza. Puede darse el caso de que abandonemos la esperanza que habíamos depositado en algo y capitulemos, tan sólo para recaer en los mismos anhelos un momento después.
¿Y cómo es que la pérdida de la esperanza conduce a algunos hasta la desesperación y para otros es tan sólo el camino del conocimiento? ¿El cumplimiento de nuestros deseos depende de la intensidad de nuestras esperanzas? Son muchas preguntas. Cada uno las responde a partir de su propia experiencia. Pero hay algo que es seguro: la esperanza es un sentimiento extraño.
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